La Magia de ser Potterhead

CAPÍTULO 1

Avanzo a través de las calles de Londres. No pensé que sería tan difícil ir yo sola a Correos; si lo hubiese sabido no les habría dicho a mis padres que yo echaría las postales. Supongo que estaba necesitada de aire fresco después de todo el día encerrada en el hotel.
Estas vacaciones están siendo horribles. Al principio vinimos pensando en un viaje normal, todo el día fuera, haciendo turismo. Y seguiría siendo así si mi padre no se hubiese roto la tibia en aquel escalón. Y eso que fue una caída tonta.
"Menos mal" pienso, "que tengo mis libros".
Y es cierto, no habría aguantado ni los primeros tres días si no fuese por mis libros. Los Juegos del Hambre, Canciones para Paula, ¡Buenos días, Princesa!, Fairy Oak... Y sobre todo, Harry Potter, me han ayudado a trasladarme a otro lugar, a otra época, menos aburridos que el hotel.
Doblo la esquina y llego a un callejón en el que no parece haber nadie. "Esto es lo que menos necesito, tengo que preguntar a alguien por el hotel". Así que vuelvo sobre mis pasos, pensando en que si sigo perdida, tal vez no tenga que volver al instituto el 14 de septiembre, dentro de dos semanas exactas.
Diez minutos después encuentro una boca de metro. "Perfecto, aquí habrá gente a quien preguntar", aunque muchos serán turistas y tendrán la misma idea que yo sobre dónde está el edificio. "Andén 9", leo, "Andén 10", aquí debería estar el Andén 9¾, pero eso es tristemente imposible. Pienso en probar a atravesar la barrera, pero haría el ridículo delante de todas estas personas; además, si fuese maga habría recibido mi carta hace tres años. Aunque hoy es un día perfecto para intentarlo, uno de septiembre.
De todas formas, si me estrellara contra la pared no parecería más rara que la gente que hay por aquí. A mi alrededor observo a un hombre con una peluca afro de colores, una anciana con un abrigo de piel muy hortera, un chico con un carrito en el que lleva un gigantesco baúl y una lechuza enjaulada...
Espera.
"Un chico con un carrito en el que lleva un gigantesco baúl y una lechuza enjaulada".
¿Será un atractivo turístico? Tiene que serlo.
No, el chico está claramente intentando disimular. 
Madre mía, se ha colocado delante de la barrera que separa el andén nueve y el diez.
Corro sigilosamente hasta colocarme detrás suya y agarrarle de la chaqueta justo cuando está demasiado concentrado para notar mi presencia.
Coge carrerilla, yo lo hago también.
¿En qué lío me he metido? Chocaremos los dos, caeremos hacia atrás mientras la gente nos observa divertida a nuestro alrededor.
¿Por qué iba a estar aquí? Podría estar en cualquier otra estación de metro.
El chico empieza a andar con pasos apresurados. Le sigo.
Cierro los ojos y me preparo para el golpe.
No llega.
Abro los ojos.
Estoy en el andén nueve y tres cuartos.


 


CAPÍTULO 2
 
Me pellizco las mejillas.
No, no estoy soñando.

Cuando soñaba que cruzaba la barrera que me separaba del mundo mágico, imaginaba diversas sensaciones: euforia, decisión, alegría.
Sin embargo, solo noto una profunda confusión.

¿Qué hago?

Soy, probablemente, seguramente, seguro, la primera muggle que entra en el Andén nueve y tres cuartos. Pero estoy segura de que, si me descubren, me mandarán a casa, no sin hacerme antes un buen Obliviate. Por suerte, sé todo lo que alguien como yo podría llegar a saber sobre este mundo.

Examino todo lo que debo hacer para pasar desapercibida.
Bueno, para empezar, no tengo dinero; bueno, puedo pasar por una triste Sangre Sucia pobre.
La túnica... No podría fingir que se me ha olvidado por ser mi primer año en Hogwarts, porque claro, tengo 14 años.
Entonces me acuerdo.
Cuarto libro, "Harry Potter y el Cáliz de Fuego"; hay más escuelas aparte de Hogwarts: Durmstrang y Beauxbatons. No creo que sea difícil hacerme pasar por alguien de esa escuela que ha cambiado, ¿no? Eso explicaría que no tenga túnica, ni libros, ni caldero, ni... aunque no sabría responder si me hicieran preguntas sobre mi país, o mi idioma...

Mientras pienso todo esto, levanto la vista. El Expreso de Hogwarts está a punto de ponerse en marcha... Así que corro para alcanzar una de las puertas y entro en el interior del tren.
Nada más acostumbrarme a la tenue iluminación del pasillo, distingo a una chica de pelo castaño y ojos grandes que me recuerda a alguien. Bueno, lo mejor que puedo hacer ahora es encontrar alguien en quien confiar, así que me acerco a ella.
—Hola...—La chica me mira directamente (parece de mi edad) y me sonríe; sí, definitivamente me suena de algo.
—¡Hola! Nunca te había visto por aquí, ¿cómo te llamas?—Tiene una voz muy bonita, melodiosa y cantarina, con un toque distraído.
—Eh... Alina... Alina Morales.
—No pareces de por aquí, se te nota en el acento—me guiña un ojo; esta chica me cae bien.
—Pues... no. Soy de España.
—¿España? Vaya... ¿Entonces, es tu primer año en Hogwarts?
—Sí... quiero decir, no... digo...—No se me da muy bien mentir—nunca había estudiado magia.
—¿En serio? ¿Cómo es posible eso?—Parece bastante sorprendida, lo que hace que sus ojos parezcan aún más grandes.
—No tengo ni varita, ni túnica, ni libros. Nunca recibí mi carta de Hogwarts. Supongo que, al ser de España, no me la enviaron. Los magos de allí, bueno... en mi país no hay escuela de magia.
—Entonces, ¿dónde acaban los magos españoles?
—Supongo que les enseñan en casa... pero yo soy una Sangre Sucia.
—¿Y cómo has llegado hasta aquí?
—Bueno, estábamos de vacaciones en Londres.—Espero convencerla, aunque esta chica parece inteligente.
—Pues has tenido mucha suerte. Por cierto, soy Erika. Erika Scamander.

Scamander...
Y de repente caigo; ya sé a quién me recuerda esta chica.

 —¿Tu abuela...?
—Sí, mi padre es Lorcan Scamander y mi abuela es...
Luna Lovegood.
—Exacto. Bueno, ¿entramos al vagón?

La sigo hasta el interior del vagón. Está vacío, excepto por un chico de pelo negro con aspecto distraído. Cuando me ve, se queda pensativo; tal vez intenta recordar si me ha visto antes.
Avanzo hacia él antes de que me pregunte nada y extiendo la mano.

—Hola, soy Alina Morales. Soy de España y nunca recibí mi carta de Hogwarts. Tengo 14 años y estoy aquí por casualidad. ¿Y tú?
Parece estar intentando asimilar toda la información. Al final se decide, alarga su mano y estrecha la mía.
—Lucas Potter. Hijo de James...
—James Sirius Potter.
—Sí, eso es.

Empezamos a hablar de nosotros durante el viaje, aunque prefiero callar y dejarles a ellos, ya que necesito saber cómo se vive por aquí.
En cierto momento miramos hacia el pasillo y vemos el carrito de los dulces.

—Yo invito.—Dice Lucas.

Y sale por la puerta, acompañado del tintineo de las monedas en su bolsillo.


CAPÍTULO 3

Es aún más perfecto en la realidad.

El castillo de Hogwarts se alza ante mis ojos conforme el tren se aproxima.
—Alina, ponte esto.
Aparto la cabeza de la ventana del tren y miro a Erika. Está de pie y ha sacado lo que parece ser una túnica de repuesto de su baúl.
—Tienes suerte de que haya traído dos—me guiña un ojo.

Lucas, mirándome con curiosidad
desde su asiento mientras
les hablo de mi vida en España
Así que me visto e intento colocar bien la corbata azul y bronce.
—¿Ravenclaw?
—Como mi abuela—sonríe—Me pregunto en qué casa te pondrán a ti. Lucas, ¿vienes o te quedas?
—Espera... Mi corbata—termina el nudo de su corbata roja y dorada. Claro, es de Gryffindor, era de esperar—ya está, podemos irnos—me dedica una sonrisa muy dulce y no puedo evitar sonrojarme.

Cuando entramos en Hogwarts me pierdo en su inmensidad; apenas presto atención al discurso de una directora que no conozco, o a la Selección de los alumnos de primer curso. Me extraña que Erika no haya comentado nada a los profesores sobre mí; tal vez espere un momento más privado.
En el banquete me dedico simplemente a comer; me pierdo entre tantos platos, salados y dulces, y pruebo todas las bebidas hasta que noto que voy a explotar. Vaya, me siento como Katniss Everdeen en el banquete de su Gira de la Victoria.

Después del banquete sigo a Erika hasta la sala común, intentando no llamar mucho la atención. Nos despedimos de Lucas a mitad de camino.
Por fin, llegamos a la puerta.
—¿Qué ser nace con cuatro patas, más tarde tiene dos y al final de su vida tiene tres?
Erika no se lo piensa mucho.
El ser humano. Nace gateando, con cuatro patas. Más tarde se apoya sólo en las piernas y al final de su vida se apoya en una tercera, un bastón.
La puerta se abre de inmediato.
—Eres muy lista—le digo.
—Gracias—esperaba su sonrisa habitual, pero en vez de eso me agarra del brazo y me lleva a un rincón apartado de la sala común. No tengo tiempo ni de admirar su belleza.
Erika me empuja contra la pared y me coge por los hombros.

—Mientes. Tú no eres bruja. Sé que a España también llegan las cartas de Hogwarts. ¡Así que dime la verdad!
Me quedo muda. Esta chica es más lista de lo que pensaba.
No me queda más remedio que contarle la verdad.
—Soy muggle.
Erika abre mucho los ojos, pero en seguida recupera la serenidad.
—Vaya... ¿cómo has llegado hasta aquí?
—Me perdí en Londres, llegué a la estación de metro y seguí a un chico a través de la barrera.
—Ya... pero aún hay algo que no entiendo. ¿Cómo sabes tanto de nuestro mundo?
—Libros.
—¿Libros?
—Siete libros contando la vida de Harry Potter y todo lo que hay que saber sobre el mundo mágico. Millones de muggles en el mundo los conocen. Pero ninguno había descubierto lo que yo... Todos creen que es una fantasía, pero a los once años siempre tienen la esperanza de que les llegue su carta...—bajo la vista hacia el suelo—pero no les llega... y tienen... tienen la sensación de que... toda la magia en la que creían... en la que creen, se... se desvanece.
—Justo lo que te ocurrió a ti—noto compasión en su mirada, a la vez que sorpresa por saber que mucha gente conoce su mundo.
—Sí—suspiro—, justo lo que me ocurrió a mí.

Erika busca mi mirada, y cuando levanto la vista me mira fijamente a los ojos y me sonríe.
—Bueno, no podemos dejar que tu sueño se estropee. Ven, vamos a hablar con la directora Jepsen.
—En... ¿en serio no me vas a delatar?
—¡Claro que no!—me guiña un ojo, ya es la misma de siempre.
No puedo contenerme y le doy un abrazo. La pillo desprevenida... no, a esta chica es imposible pillarla desprevenida. Me da palmaditas en la espalda hasta que me separo y la sigo hasta la puerta.

Llegamos a la puerta del despacho de la directora y aprovechamos que vemos salir a un hombre maduro de pelo gris (supongo que un profesor) para entrar justo a tiempo.
—Directora...—dice Erika—tenemos que hablar con usted.
Levanto la vista del suave tapiz aterciopelado para distinguir a una anciana alta, escuálida y con gafas en forma de media luna que bien recuerdan a las del profesor Dumbledore, que en paz descanse.
—¿Sí, señorita Scamander?—su tono de voz es sereno, amable pero con un toque de severidad por haber entrado sin permiso.
—Verá... ¿ve a esta chica?
Esta vez, percibo alerta y curiosidad.
—Sí... ¿quién es? Es alta, nunca la había visto antes... ¿primer curso?
—Soy Alina Morales—me apresuro a decir—no soy de primer curso.
La directora Jepsen me mira por encima de sus gafas.
—¿Entonces...?
Soy muggle.


CAPÍTULO 4


—Ven aquí inmediatamente. Me temo que tendré que hacerte un encantamiento de memoria.
—Pero, directora...—intento protestar.
—¡NO PUEDE HACERLO!—el grito de Erika me sobresalta—¡ESTÁ ESTROPEANDO UN SUEÑO! ¡ELLA LO SABE TODO SOBRE NOSOTROS, Y NO VA A DECIRLE NADA A NADIE! ¡LA TOMARÍAN POR LOC...!—creo que se ha dado cuenta de que está hablando con su directora—señora Jepsen, Alina no va a causar ningún problema, es como si fuese una squib, le aseguro que...
—Ya he oído bastante, señorita Scamander. Retírese a su habitación.
—Pero...
—Déjeme sola con la señorita Morales.
—Está bien.
Y se marcha.

Me deja sola, mirando a los ojos marrones de la directora Jepsen, que asoman por encima de sus gafas de media luna.
No dice nada, puede que esté esperando a que hable yo primero...
Así que le explico la historia de todos los niños de mi país, y probablemente del mundo entero. La misma que le conté a Erika.

—Así que digamos que es usted un ejemplo a seguir para todos los muggles...
—No soy un ejemplo a seguir porque nunca nadie sabrá que he estado aquí, señora.
—¿Y conoces toda la vida de Harry Potter?
—Sólo hasta después de derrotar a Voldemort, señora.
Veo que me examina de arriba a abajo.
—¿Estarás quieta sin hacer nada, prestando atención a las clases pero sólo escuchando, y no alterarás el orden normal de esta escuela ni distraerás a sus alumnos?
—Por supuesto, señora.
—En ese caso... puedes quedarte.
Me siento explotar de alegría y me muero por ponerme a saltar y a chillar. Pero he prometido no alterar el orden, así que asiento con la cabeza y me voy del despacho.
Camino por los pasillos y me choco con alguien que va en dirección contraria.
Lucas...—es la primera vez que estamos solos, sin Erika.
—Hola, Alina. Erika me lo ha contado todo.
—Ah...—bajo la vista, pero él me levanta la barbilla con una mano para que lo mire.
—Me parece que eres muy valiente—suelta mi barbilla, y me sonríe. Tiene unos ojos preciosos...
—Gracias—me sonrojo, y yo también le dedico una sonrisa.
—¿Qué tal te ha ido con la directora?
—Pues...—esta vez no logro contener mi euforia—¡Ha dicho que puedo quedarme!—Empiezo a saltar y a chillar, y él se ríe e intenta pararme. Al final logra sostenerme por los hombros.
—¡Eh, eh!—suelta una carcajada al ver que intento liberarme. Me mira a los ojos, otra vez—me alegro por ti. Me alegro mucho por ti, Alina.—nos quedamos un rato así, mirándonos a los ojos, pensando en la remota posibilidad de que nos estuviéramos... eso, del otro. Al cabo de un minuto que se me hace demasiado corto (desearía estar siempre contemplando los ojos de Lucas), él dice:
—Debes irte. Erika estará deseando oír la buena noticia.
—Tienes razón. Bueno... hasta luego.
—Hasta la cena—dice, sonriendo. Y se aleja mientras yo lo observo.
¿Será posible que sólo le conozca de un día y ya me esté enam... ya me guste un poco?

Por suerte, cuando llego a la puerta de la sala común de Ravenclaw ya hay una chica resolviendo el enigma y paso detrás de ella. Erika me espera sentada en un sillón. En cuando me ve, se pone de pie y viene corriendo hacia mí. Intento ponerme seria para gastarle una broma, pero obviamente no se la traga. Claro, es Erika.
—¡Te deja quedarte!—Las dos chillamos, saltamos y hacemos todo el ruido que en el pasillo, Lucas me ha impedido hacer.

Cuando Erika y yo bajamos a cenar, la gente gira la cabeza al verme pasar, especialmente los de Ravenclaw. Claro, no paso ni mucho menos por una chica de primer curso.
Después de chocar con unos alumnos de primero algo perdidos, llegamos a la mesa del mantel azul y bronce; no puedo evitar echarle un vistazo a la mesa de Gryffindor; en seguida diviso a Lucas, comiendo a toda prisa. Erika se da cuenta, y creo que empieza a sospechar.
—Oh, tranquila, en cuanto termine de comer se unirá a nosotras. Aunque hoy tiene bastante prisa por venir, como puedes observar—me guiña el ojo. Definitivamente, ya lo sabe. Ya sabe lo que siento por Lucas.
—G-genial—contesto, y esbozo una media sonrisa.
La directora se levanta en mitad de la cena y, para mi sorpresa, empieza a hablar de mí.
—Quiero dar la bienvenida a Alina Morales. Alina es de España, y se alojará aquí con nosotros, en la casa de Ravenclaw, con el apoyo de Erika Scamander. Lo sabe todo sobre nosotros. Su sueño siempre ha sido visitar Hogwarts, y nosotros le hemos concedido esa ilusión a pesar de que sea... muggle.
El Gran Comedor se llena de susurros. Susurran en Hufflepuff, en Gryffindor, En Slytherin... y sobre todo en Ravenclaw.
Y a partir de ahí es cuando mi popularidad aumenta radicalmente.
Todos quieren conocer a La Excepción (ya tengo un apodo), a La Excepción de las leyes del mundo mágico. Mi mesa se llena de gente de todas las casas (me sorprende ver a unos simpatiquísimos chicos y chicas de Slytherin, supongo que la Batalla de Hogwarts lo cambió todo).
Después de una larga entrevista por parte de los alumnos de todos los cursos, Erika tira de mí hacia fuera de la multitud.
—¡Uf, Gracias!
—No hay de qué. Ya que puedes quedarte en Hogwarts, que al menos sea de una pieza—su habitual guiño, dejando abierto el ojo izquierdo y cerrando el derecho.
—¿Dónde...?—me sonrojo; no quiero nombrar a Lucas así, tan de repente; aunque mi amiga ya me haya descubierto. Sin embargo, mi amiga se llama Erika.
—Está allí—señala con la cabeza hacia la mesa de Gryffindor. La gente, al ver que me iba, ha empezado a salir del comedor. Pero él no; espera pacientemente en la mesa de su casa, mientras, como siempre, sonríe.
—¿Vamos, Lucas?—dice Erika.
—Vamos, Erika.
Mis amigos van delante, hablando de sus cosas; yo los sigo por detrás, observando a Lucas y su pelo rojizo. Erika, cómo no, sabe en seguida lo que quiero.
—Bueno, yo me adelanto; tengo que ir al servicio—y se va corriendo.
La miro mientras se aleja; menuda chica tan lista. Adelanto el paso y me pongo a la altura de Lucas.
—Me pareció que todas esas personas te iban a aplastar—me dice.
Suelto una risita nerviosa. Maldita sea, ¿qué digo ahora?
—Bueno, por suerte no lo han hecho. Por una vez que consigo llegar a Hogwarts...—creo que eso ha estado bien. Miro al suelo, roja como un tomate.
Lucas se ríe. ¿Por qué se ríe? ¿Se ríe de mí? No, ¿verdad? ¿O sí?
—¿Por qué siempre agachas la cabeza cuando te hablo?—la levanto automáticamente, como un soldado que saluda a su general. Eso le hace reír aún más.
Llegamos al cruce de pasillos en el que tenemos que separarnos. Así que suelto:
—Sabes perfectamente por qué hago eso.
—¿El qué?
—Agachar la cabeza—eso, por supuesto, me hace agacharla. "Hazlo", pienso, y como si hubiese escuchado mis pensamientos, Lucas me vuelve a sostener la barbilla con su mano.
Y me da un beso entre los ojos.
—Buenas noches, Alina.
Me pongo roja; pero antes de que pueda marcharse le agarro por el brazo, le atraigo hacia mí y le doy un fuerte abrazo. Él, tras recuperarse de la sorpresa, me lo devuelve aún más fuerte, y yo siento que floto sobre una nube.
—Buenas noches, Lucas—susurro.
Pero aún tiene que pasar un minuto más para que nos soltemos y cada uno coja su camino.
Cuando llego a la puerta de la sala, me encuentro a Erika esperándome. Cuando me ve, me sonríe, dice la respuesta del enigma rápidamente y me conduce al dormitorio. No me pide explicaciones, no me dice que le cuente qué ha pasado en el pasillo. Sólo me da un beso en la mejilla y me dice:
—Que descanses.
Me lo dice porque es lo que tengo que hacer.
Ha sido un día lleno de emociones: confusión, alegría, tensión, sinceridad, tristeza, euforia, amor. ¿Amor? Sí, no lo puedo seguir escondiendo. Es amor.
Y mientras se me cierran los párpados, lo resumo todo en una frase.

Hoy ha sido mi primer día en Hogwarts


CAPÍTULO 5

Despierto de un sueño que no recuerdo y antes de abrir los ojos, pienso que es raro que mi madre no haya venido a despertarme a mi habitación. Tal vez haya ido con mi padre a revisión y tenga que bajar a desayunar yo sola.
Miro a mi alrededor. No, claro que no; no estoy en el hotel.
Estoy en Hogwarts.
A mi derecha, Erika sigue dormida. Me planteo si debería despertarla, pero creo que si no tiene los ojos abiertos, es porque no quiere; así que me visto y bajo a la sala común de Ravenclaw.
De momento sólo hay algunos chicos y chicas, repasando para el primer día de clase.
El primer día de clase, ¡y yo tengo permiso para asistir a ellas! No puedo ser más feliz.
Pero al parecer mis piernas deciden que sí, que puedo ser más feliz, porque se mueven solas hacia la puerta y a través de los pasillos, hasta el comedor.
Es verdad, estoy muerta de hambre.
Me sirvo unas tortitas con mantequilla y un zumo de calabaza. Me siento sola en un extremo de la mesa de Ravenclaw, porque no quiero llamar la atención, sólo desayunar. De todas formas, no hay mucha gente.
Cuando termino de comer, me quedo sentada un rato, jugando con mi pelo. No veo el momento de que empiecen las clases. Estoy tan embobada que no me doy cuenta de que alguien se ha sentado al lado mía.

—Buenos días, Alina.
Mi cara se ilumina al verle.
—¡Lucas!
—Vaya, eres muy madrugadora, ¿eh?
—Pues sí—sonrío. Mis pies no se movían hacia el Gran Comedor por el desayuno.
—Así que... ¿hoy das clase con nosotros?
¿Qué ha dicho? Vaya, no he oído nada. Estaba concentrada en sus ojos.
—Esto... ¿qué?—Me pongo colorada. Él se ríe y me repite la frase.—Oh... sí, y me hace mucha ilusión... ¿Ravenclaw coincide mucho con Gryffindor?—Vaya, parece que hoy mi cerebro no tiene mucho control sobre mí.
—Bueno, hoy sólo coincidimos en Defensa contra las Artes Oscuras. Oye...
—¿Sí?
—Tengo que repasar antes de que empiece la clase... ¿Vienes conmigo a la sala común?
Ahora, ahora es cuando no puedo ser más feliz.
—¡Claro!—Y de nuevo, me pierdo en sus ojos azules. 
—Pues venga, vamos.
Lucas me coge de la mano y me dirige a través de los pasillos hasta llegar al retrato de la Señora Gorda.
—Gragea de queso—la puerta se abre, y empiezo a reírme a carcajadas, aún aferrada a la mano de Lucas. Él levanta una ceja—¿Por qué te ríes?
—Es que la contraseña es absurda—sigo riéndome.
—Bueno, suelen serlo—y como la risa es contagiosa, entramos en la sala común casi llorando. 
Gryffindor está bastante concurrido, lleno de gente repasando para la primera clase; mientras Lucas va a por su libro, me presento a una chica que tiene un aire a Neville Longbottom.
Cuando vuelve, Lucas me guía hasta un sofá en el que me siento procurando estar tan cerca de él como me sea posible. Él abre el libro por la primera página, pero tras unos diez minutos intentando comprender lo que dice, me doy por vencida y apoyo la cabeza en su hombro izquierdo.
Pensaba que iba a sentirse molesto, pero no: Lucas me mira y me sonríe dulcemente, me da un beso en la mejilla y me rodea con su brazo, y yo me quedo acurrucada junto a él, aspirando su aroma, hasta que me quedo dormida.


Cuando abro los ojos sigo en la cómoda posición en la que me dormí, pero ahora Lucas ha soltado el libro de Defensa contra las Artes Oscuras y los dedos de su mano derecha están entrelazados con los míos.


—Hola—me dice, sonriendo—me alegra volver a verte los ojos.
Y yo me siento como Katniss Everdeen en la cueva, cuando despierta y Peeta está ahí.
Solo que esta vez, yo sí le correspondo.
—Hola—le susurro—a mí también me alegra ver los tuyos.
Él me da un beso en la frente y yo le abrazo.
—Vamos, es hora de ir a clase.
Le cojo el libro y él va a por el resto de la mochila.

Por el pasillo nos encontramos a Erika, así que nos dirigimos los tres juntos a la clase.
Cuando entramos ya ha llegado todo el mundo, excepto el profesor. Lucas y Erika van a sentarse juntos a la primera fila, y yo me quedo en la última, sola, para no molestar a nadie.
Al cabo de unos treinta segundos, el profesor entra en clase. Recuerdo al hombre que salía del despacho de la directora cuando fui con Erika a hablar con ella; es él.
El señor Lupin, como lo llaman los alumnos; Edward Remus "Teddy" Lupin, hijo de Remus y Nymphadora, como lo conozco yo.

Durante la clase hago dos cosas: imaginar cómo ha sido la vida de Lupin desde la muerte de sus padres, y observar a Lucas.
No me canso de mirarle: cuando toma apuntes, cuando observa al profesor, y en especial cuando Edward pasea por la clase y aprovecha para mirar hacia atrás, hacia mí. Supongo que ya lleva un buen rato sabiendo que no le observo sólo en ese momento.

El resto del día, Ravenclaw no coincide con Gryffindor, así que me dedico a intentar entender la explicación de los profesores. Cuando mejor me lo paso es en la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas, porque traen a un unicornio y me dejan acercarme, ya que soy una chica.
En el comedor me siento al lado de Erika.
—¿Sois novios?—Me pregunta sin previo aviso.
—¿Eh? Esto... no. No lo sé
Creo que entiende (más bien, sé que entiende) que no quiero hablar del tema, así que el resto del tiempo nos comemos nuestras empanadillas en silencio.
—Bueno, me voy a hacer los deberes, nos vemos luego—me dice Erika.
—Hasta luego—me levanto, le doy un abrazo y ella se marcha.
Vaya, en eso no había caído. Pensaba ir con Lucas a pasar el rato, pero seguro que está muy ocupado... Además, no quiero ser pegajosa...

Así que salgo al jardín y comienzo a andar y andar, hasta que llego más allá del campo de quidditch. Necesito desconectar, encontrar una manera de pasar el rato no sólo esta tarde, sino el resto del curso; los demás chicos tienen sus deberes, sus estudios.
Yo en cambio sólo soy una carga.
Así que llego a una colina, me acurruco en el césped y me quedo jugando con una hormiga y un palito hasta que, a causa del cansancio y la caminata, me duermo.


Abro los ojos y me pregunto qué hora será. En todo caso, será mejor que vuelva al castillo.
Lo que no esperaba encontrarme debajo de la colina, es al chico de mis sueños, sin la túnica y despeinado.

—¿Se puede saber qué haces tan lejos de Hogwarts, Alina?—me dice de brazos cruzados y con el ceño fruncido.—es muy peligroso.
—Pues... sólo quería desconectar un poco.
—¿Desconectar? ¡Es el primer día!
—Es que...—no aguanto más y rompo a llorar.
Me dejo caer sobre el césped y me cubro la cara con las manos. Oigo cómo Lucas avanza hacia mí y se sienta a mi lado.

—¿Qué te pasa?—me agarra las manos y, dulcemente, las baja, dejando mis ojos vidriosos al descubierto. Me mira fijamente a ellos.
—Me siento como una carga, no sirvo para nada, no pinto nada en Hogwarts, sólo soy una muggle caprichosa a la que nadie necesita—digo, bajando la mirada.
Lucas me suelta las manos, y me levanta la cabeza sujetando mi barbilla. Con la otra mano, me seca las lágrimas cariñosamente.
Entonces, mirándome a los ojos, me susurra:
—Yo. Yo te necesito.

No sé qué contestar, salvo que yo también le necesito, que no sé qué haría sin él, que ha cambiado mi vida, que es perfecto, demasiado perfecto.

Sin embargo, sólo susurro:
Gracias.
Y necesito estar siempre al lado de este chico, no separarme nunca de él, sentir su mano en mi barbilla cuando estoy triste, dormirme en sus brazos cuando estudia. Le necesito a él.
Y por eso esta vez soy yo la que se inclina y le da un beso en la mejilla.
Pero Lucas no me deja ir: se apoya en el tronco de un árbol y separa las piernas; yo me siento entre ellas y me inclino hacia atrás para recostarme sobre él, que me rodea con sus brazos, me da un beso en la frente y me dice al oído, como Peeta le dijo a Katniss:
Ojalá pudiera congelar este momento, aquí mismo, y revivirlo una y otra vez durante el resto de mi vida.
Y nos quedamos así, juntos, uno al lado del otro, mientras observamos la puesta de sol allá en el horizonte.



CAPÍTULO 6

Los primeros tres meses en Hogwarts pasaron más rápido de lo que me hubiese gustado.
Asistí a las clases (hasta logré que me dejasen montar en hipogrifo en Cuidado de Criaturas Mágicas: el mejor momento de mi vida, sin duda), hice los deberes (sí, me mandaban deberes; aunque sólo eran trabajos teóricos, claro), vi los primeros partidos de la liga de Quidditch (Slytherin iba ganando la temporada) y, en general, hice de todo.
Excepto ver a Lucas.
Desde aquel atardecer en la colina, no había vuelto a verle. Según me había explicado Erika, era muy estudioso y se encerraba en la biblioteca. Pero yo no podía evitar pensar que había otras personas con las que prefería pasar el rato. Y eso me impidió disfrutar de todo lo demás.

El caso es, que se aproximaba la Navidad. Y con ella, las vacaciones.
Casi todos los alumnos regresaban a sus casas para pasar la Nochebuena con su familia, incluidos Erika, Lucas y Tiffany (es el nombre de la nieta de Neville). Yo no podía regresar con mis padres, porque de ser así ni me creerían, ni me dejarían volver a Hogwarts.

El día de comienzo de las vacaciones bajo a la sala común de Ravenclaw, para despedirme de Erika. Ella baja a los pocos minutos, con un baúl y la jaula con su lechuza dentro.
—Hey—me dice.
—Buenos días.
—Entonces, ¿te quedas?
—Claro. No puedo arriesgarme.
—Entiendo.
Nos quedamos mirándonos un rato. Mi primera amiga de Hogwarts; aunque sólo fuesen dos semanas, sabía que iba a echarla mucho de menos.
Erika suelta su baúl y me abraza.
—Hasta pronto—susurra.
—Hasta pronto.
Me sonríe, y la veo desaparecer por los pasillos.

"¿Qué hago ahora?", me pregunto a mí misma. Tengo dos semanas en las que voy a estar sola. Podría ir a la biblioteca a leer, o pasar el día en el jardín, o quedarme en mi habitación.
Me decido por la primera opción.

Nunca había estado en la biblioteca: especialmente porque temía molestar a los magos y brujas, me sentía como una intrusa. Erika siempre me había dejado los libros que necesitaba para mis trabajos.
Paseo entre las inmensas estanterías, pensando que tengo libros de sobra para no aburrirme en las vacaciones. No hay nadie, todo está vacío.

No, me equivocaba; está ahí, al fondo, sentado en un sillón y leyendo lo que parece ser un libro de pociones.
—¿Qué haces tú aquí?—Le pregunto mientras me acerco. Parece como si estos tres meses hubiese crecido. Está mucho más guapo. Hace tanto que no le veía...
Alina—me dice simplemente, interrumpiendo su lectura—le he dicho a mis padres que no volvería a casa en Navidad. Erika me dijo en clase que te quedabas, y bueno...
Lucas se levanta del sillón, deja el libro en la estantería y se acerca a mí. Me coge de las manos y me dice, sonriendo:
—Tenemos dos semanas para recuperar el tiempo perdido. 

Intenta darme un abrazo, pero me resisto.
—¿Qué te pasa?—dice preocupado.
—¿Con quién has estado?
—¿Qué? No sé a qué te refieres.
—¡¿Con quién has estado?!—repito gritando mientras mis ojos se ponen vidriosos. 
—Alina, yo... Si no he podido estar contigo ha sido porque estaba preparándome para los exám...
—¡Mentiroso! ¡Erika es de Ravenclaw, debería estar estudiando más tiempo que tú, y aun así siempre encontraba tiempo para estar conmigo! 
—No lo entiendes...
—Sí lo entiendo. No me des más explicaciones.
Y me alejo entre las estanterías.



Cuando llego a la puerta de la sala común de Ravenclaw, caigo en un pequeño detalle con el que no había contado: no tengo ni idea de cómo resolver el acertijo que plantean a la entrada.
¿Dónde voy a dormir? Sólo hay una respuesta: Gryffindor.
Cuando acompañé a Lucas a repasar a la sala común, me aprendí la contraseña. Así que me dirijo hasta allí.
—Gragea de queso—por qué será que consigo no reírme.

Entro en la sala y cuál es mi sorpresa al encontrarme un cuadro de grandes dimensiones (mi altura, más o menos). Pero no sólo mi altura.
En el cuadro aparezco yo.
Tumbada en la colina de más allá del campo de Quidditch, con mi pelo oscuro ondeando al viento. Un cuadro que ha debido de costar mucho trabajo.
Aunque tengo una ligera idea de quién ha sido la persona que ha empleado todo su tiempo libre estos tres meses para pintarlo.
Detrás mía, oigo su voz.
—Felices Navidades adelantadas. 

Me doy la vuelta.
—Lucas Potter, ¿esta es la razón por la que no te he visto este trimestre?
—Así es. ¿Te gusta?
Corro hacia él y le doy un abrazo con tanta fuerza que cae al suelo conmigo encima.
—Es el mejor regalo que me han hecho en mi vida—le digo, mirándole a los ojos.
—¿No estás enfadada?
—Sería imposible estarlo—me sonríe, y yo me quito de encima suya. Me coge de la mano y me guía hasta el sofá en el que me quedé dormida mi primera mañana en Hogwarts. Sin preguntarle antes, me siento en su regazo y él me abraza.

—Siento haberte abandonado de esa manera, Alina.
—Yo siento no haberte escuchado, Lucas.
—Ahora no tengo regalo de Navidad para ti.
Mis siguientes palabras se pronuncian sin mi permiso.
—Que estés aquí es suficiente. Haberte conocido vale más que todos los regalos del mundo.
El me sonríe pícaramente.
—Vaya, con lo que me ha costado pintar ese cuadro...
—Anda ya. Es perfecto.
—No tanto como la persona que aparece en él.
—No tanto como la persona que lo ha pintado.
—Mentirosa.
—Para nada.
Lucas empieza a hacerme cosquillas y yo me retuerzo entre sus brazos, muerta de risa. 
—¡Para!—grito entre carcajadas.
Llega un momento en el que no puedo ni respirar, y es entonces cuando me suelta.
—Gracias por quedarte en Hogwarts—le digo.
—Quería hacerlo. 
—Tengo sueño...
—Ven.

Pero no me levanto, sino que Lucas me coge en brazos como si fuese una princesa y me conduce al dormitorio de los chicos. Claro, él no puede entrar en el dormitorio de las chicas.
Me posa delicadamente sobre una cama con dosel y me da un beso de despedida en la frente, pero cuando se dispone a irse me aferro a su cuello y le susurro: 
—Quédate conmigo.
Una sóla palabra sale de sus labios. Una palabra que ya había leído antes.
Siempre. 


CAPÍTULO 7

Alina, despierta... Vamos, arriba.
La dulce voz de Lucas me llega en forma de susurro lejano y me despierta de un sueño en el que intentaba hacer un patronus.
Abro los ojos y ahí está: perfecto, como siempre, sentado en el borde de mi cama con dosel. Me da un beso en la frente.
—¿Qué hora es?—le pregunto.
—Las siete de la mañana.
—¿Estás loco? Tengo sueño, déjame dormir...
Intento darme la vuelta, pero Lucas me agarra por el brazo.
—Tenemos que prepararlo todo.
—¿Para qué?
Me sonríe.
—Nos vamos de picnic.
De picnic...—susurro, aún medio dormida—genial, ahora me levant...—mi voz se convierte en un bostezo y Lucas sopla hacia mi boca abierta y se ríe.
Yo también estallo en carcajadas.
—¿Qué haces?—digo muerta de risa.
—No me hagas hacerte un aguamenti en la cara, Alina.
Eso hace que me incorpore como si fuera un resorte.
—Así me gusta, te espero abajo.
Y sale del dormitorio. Yo me visto a toda prisa, deseosa de un día en las afueras del castillo con mi persona preferida de este mundo.
Cuando bajo a la sala común de Gryffindor, Lucas está preparando la cesta de picnic. Cuando me ve, la cierra con un leve movimiento de su varita.
—Ya está todo listo—me dice.
—¿Sabes? Podrías haberme dejado que durmiese mientras preparabas esto.
—Eres la persona más dormilona que he conocido en mi vida.
—Pero me quieres.
Te quiero.
Esa frase me pilla desprevenida. Se supone que tendría que responderle algo como "yo también te quiero", pero me he puesto nerviosa y me limito a sonreír. Él parece un poco decepcionado durante un segundo, pero en seguida vuelve a ser el mismo y se acerca a mí para darme la mano.
—Vámonos.
—¿Adónde vamos, Lucas?
—Ya lo verás—me guiña un ojo.
Cuál es mi sorpresa cuando veo su escoba esperándonos en la puerta del castillo. Antes de que me de tiempo siquiera a abrir la boca de sorpresa, ya estoy acomodada en la escoba y fuertemente agarrada a la cintura de Lucas.
—¿Estás lista para volar?
—¡Claro!
Me asío a su espalda como si me fuese la vida en ello, y apoyo mi cabeza en ella para aspirar su aroma. Pronto noto cómo mi pelo ondea al viento y, cuando miro al suelo, observo cómo el castillo se hace cada vez más y más pequeño. Oigo un grito de júbilo y descubro que ha salido de mí.
—¡Esto es genial!
—¡Agárrate!—dice Lucas, concentrado en manejar la escoba.
Aterrizamos en una orilla del lago de Hogwarts. Los rayos de sol crean unos hermosos reflejos en las oscuras aguas.
—Guau...
—Precioso, ¿verdad?—me contesta sonriendo—¿Vienes a darte un baño?
—¿U-un baño?—debe de estar bromeando, en el lago hay muchas criaturas, buenas y malas.
—Sí, esta zona es poco profunda.
Bueno, tiene razón, nuestra orilla es casi como una piscina natural. Sólo hay un problema.
—No he traído bañad...—antes de que pueda terminar la frase, Lucas saca mi bikini de la cesta de picnic—Vaya. Has pensado en todo.
Él asiente con la cabeza.
Nada va a estropearnos este día, Alina.

Así que se quita la camiseta y yo observo su abdomen atlético justo antes de que se sumerja de una zambullida. Lo veo alejarse buceando, y aprovecho para ponerme el bikini.
Lucas emerge y respira profundamente.
—¿Vienes?
—Claro.
Me alejo caminando en dirección contraria al lago ante la mirada extrañada de Lucas.
—Eh, ¿adónde...?
—¡Booooomba!
Me doy media vuelta, cojo carrerilla y salto, abrazando mis rodillas cuando estoy en el aire, dando forma a una zambullida perfecta.
Antes de subir a la superficie, me quedo bajo el agua unos veinte segundos: hay tanta paz, tanto silencio... ojalá tuviese branquias para permanecer aquí siempre.
Me estremezco de terror cuando noto unas manos que me agarran por detrás.
Pero sólo es Lucas, que al ver que tardaba se ha sumergido y me ha dado un abrazo. Me doy la vuelta, le rodeo el cuello con mis brazos y me apoyo en su pecho. Él me sujeta la cintura y salimos a la superficie, juntos.
Aspiramos el aire fresco profundamente, aliviados al llenar de oxígeno nuestros pulmones.
Miro hacia la orilla, que está a unos diez metros, y se me ocurre una idea.
—¡Te echo una carrera!
—Alguna tiene hoy ganas de perder—dice Lucas con una sonrisa traviesa.
Sólo que no ha contado con que llevo nadando desde los dos años ni con que antes de que termine la frase ya voy un metro por delante.
Un brazo, el otro, tres, cuatro, respiro. Cuando llego a la orilla él aún está muy atrás.
—¡Eres una tramposa!—me grita, aunque en seguida se ríe.
Excusas—contesto, jadeando por el esfuerzo.
—¿Tienes hambre?—me pregunta Lucas sonriente.
—Me comería un caballo—digo asintiendo con la cabeza.
—Bueno, espero que un sándwich de pollo te sirva.
—Más vale.
Así que me recuesto sobre una roca y observo cómo él echa el aceite sobre el pan. Está mojado y sigue en bañador. Contemplo su pelo rojo y húmedo, sus preciosos ojos, sus músculos, la gota de agua que cae por su barbilla cada cinco segundos. Hasta que se vuelve hacia mí y me dice como si fuese Haymitch Aberthany:
—Me vas a gastar de tanto mirarme, preciosa.
Miro hacia otro lado, enrojeciendo, y él sonríe.
—Vamos, era broma—sigo igual y suelta una carcajada—¿Quieres tu sándwich o me lo como yo?
—No, ¡es mío!
Me abalanzo sobre Lucas y le quito mi almuerzo de las manos. Lo pruebo: está delicioso.
—Mmmm... ¡riquísimo!
—¿Qué te esperabas? Lo he hecho yo.
—¡Creído!—le doy un suave puñetazo en el hombro. Él se lo tapa con una mano y finge que se cae hacia atrás, gimiendo de dolor.
Estallo en carcajadas.
—¿Es que quieres matarme?—dice él con cara triste.
—Oh vamos, te he dado flojito—contesto, aún entre risas.
Instintivamente, me inclino sobre Lucas hasta que sólo nos separan unos cinco centímetros y le miro con una sonrisa maliciosa.
—Y la próxima vez ten más cuidado conmigo—le susurro.
Él me mira a los ojos, y luego baja la mirada a mis labios.
Lo prometo—y sonríe enseñando sus dientes blancos.
—¿Sabes qué, Lucas?
—Dime.
—Te quiero.
Él vuelve a mirarme a los ojos, sorprendido, y me sujeta la cara con sus manos.
—Yo también te quiero, Alina.
Nos quedamos así, cerca el uno del otro, observándonos, comiéndonos con la mirada, durante minutos, hasta que me retiro.
—Déjame comer—digo, intentando parecer enfadada.
Lucas se ríe.
—Vale, te dejo tranquila—dice entre risas.
Aunque trato de fingir un auténtico entusiasmo por el sándwich, la verdad es que no puedo dejar de pensar en su rostro empapado.
En medio de mi intento de concentración, oigo una salpicadura a mi espalda. Es Lucas, que ha vuelto a zambullirse en el lago.
—¡Eh! ¡No me has avisado!—grito, y me termino el almuerzo a toda prisa.
Corro hasta la orilla y me tiro de cabeza.
—¡Uf!—suelto al salir a la superficie, porque aún estoy cansada y corro el riesgo de sufrir una indigestión—¿Lucaaaaaaas...?
Como no sale a la superficie me sumerjo y buceo, buscándolo. De repente, bajo el agua, oigo su voz a mi espalda y me sobresalto.

—¡Estoy aquí!
—Uau.
Lucas está respirando bajo el agua; ha creado, mediante magia, una burbuja de oxígeno que le cubre la cabeza, como el casco de un astronauta. Me doy cuenta de que no siento fatiga ni me estoy quedando sin aire por lo que también debo de tener ese «casco».
—¿No es genial?—me pregunta emocionado.
—Uh... ¿Eh?—¿qué ha dicho? Ni idea. Pero es que me encanta cómo ondea su pelo bajo el agua.
Y creo que se da cuenta de que lo estoy mirando embobada, porque se acerca a mí, apoya su frente en la mía y me susurra:
—¿Sabes? Eres preciosa.
—¿Lo dices en serio?
—Aquí abajo eres como una sirena—asiente.
Por los dioses del Olimpo.
—Te quiero, Lucas.
—¿Me quieres?
—Sí—cierro los ojos, deseando congelar este momento.
—Pues demuéstramelo.
—¿Cómo?
Lucas se acerca más a mí. A nuestros labios sólo los separan uno o dos centímetros, y yo siento la necesidad de reducir esa distancia.
No te vayas nunca de mi lado—me susurra.
Yo sonrío, aún pegada a él.
—Jamás.
—Genial.
—¿Sabes? Pensaba que ibas a pedirme que te besara.
—Si tú lo dices—su voz suena muy suave, como un cosquilleo. Entonces Lucas se acerca más, cerramos los ojos y nuestros labios se tocan.
Nuestras bocas se funden en un beso largo y dulce que no quiero terminar jamás.
Al cabo de un rato nos separamos en busca de aire y salimos a la superficie, donde nuestros «cascos» explotan.
Lucas y yo nos sentamos muy juntos en la orilla, dejando nuestras piernas en el agua hasta las rodillas.
—Ha sido mi primer beso, ¿sabes?
Debo de sonar avergonzada. La mayoría de las chicas de mi edad ya lo habían hecho antes. Él me mira y me sonríe.
También el mío.
Le miro sorprendida.
—¿En serio?
—Sí.
—Vaya, no me lo esperaba.
—¿Por qué?—pregunta curioso.
—No lo sé... supongo que... en fin, mírate.
Lucas me observa divertido.

Pasamos el resto de la tarde riéndonos, contándonos historias, y sí, besándonos, hasta que el Sol empieza a esconderse en el horizonte y decidimos que es hora de volver.
Ya en el castillo ordenamos nuestras cosas y nos acurrucamos juntos en el dormitorio.
Justo antes de dormirme, Lucas me dice:
Hoy ha sido el mejor día de mi vida.
Y yo le respondo:
—Te quiero.
Apoyo la cabeza en su pecho y mi mano derecha en su abdomen, con nuestros dedos entrelazados y su otro brazo rodeándome, me quedo feliz y profundamente dormida, ansiosa por pasar junto a este chico el resto de mi vida.

2 comentarios:

  1. Es geniaaaaaaal!! Me a fascinado *--* espero puedas seguir escribiendo

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  2. Es geniaaaaaaal!! Me a fascinado *--* espero puedas seguir escribiendo

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