martes, 29 de octubre de 2013

Reaction gifs: Los Juegos del Hambre

Como el mismo título indica, os mostraré mis reacciones si yo fuese a los Juegos del Hambre, mediante «gifs animados».
Empecemos.

Yo en la mañana de la cosecha:

Soy una persona valiente.

Esperando a que digan los nombres:

... Un barquito... de cáscara de nuez... navegando...


Cuando dicen mi nombre en la Cosecha:

¿Ein? ¿Qué dise?

Cuando veo al otro tributo de mi distrito:

Pf pf pf pf... JAJAJAJAJA.

Despidiéndome de mi familia y amigos:

No sobes, ¿por qué sobas?

La primera cosa que hago en el tren:

Hala, buenas noches.

Mi reacción cuando veo al resto de tributos:

No me mires así que te meto... ¡Te meto eh!

Lo que pienso del Capitolio:

Oooooggggg... qué asco le tengo...

Qué pienso de mi estilista:

Eh, tú... te tengo controlao.

Cómo me siento en el desfile de los tributos:

Yo que sé. Soy un pato.

Durante el Entrenamiento:

Sí, soy genial.

Cuando veo mi puntuación del entrenamiento:

¡Al menos no es la peor!

Esperando para la entrevista:

Espiando a los otros tributos para reírme de ellos.

En  mi entrevista:

¿Qué? Oh, vaya, no te escucho.

La noche de antes de los Juegos:

Adiós, música.

Esperando en la sala de lanzamiento:

Sí, Gertrudis, sé que voy a ganar.

Durante el baño de sangre:

Oh, mierda.

Lo que hago la mayoría de los Juegos:

Party hard.

Cuando alguien me pregunta si quiero ser su aliada:

Me basto por mí misma, gracias.

La primera vez que tengo que matar a alguien:

Estaba. Deseando. Que. Llegase. Este. Momento.

Cuando el otro tributo de mi distrito muere:

¡Me siento infinita!

Cuando gano:

Oh, sí.

Cómo recibo de vuelta a mi estilista y mi mentor:

Bueh, no eran los mejores que he conocido.

Viendo la retransmisión de los Juegos:

¿Crees que esto fue una coincidencia? Pues NO.

Lo primero que hago al llegar a casa:

Sí, aquí estoy, los autógrafos de uno en uno.

¡Espero que os haya gustado!

sábado, 26 de octubre de 2013

Wattpad

¿Sabéis lo que es Wattpad?
Es una página donde la gente puede escribir sus propios libros, ya sean novelas, fanfics, lo que sea, y los demás pueden leerlos, comentarlos y esperar los siguientes capítulos. Algo así como lo que yo hago en este blog con La Magia de ser Potterhead.

Y por esa razón estoy escribiendo mi siguiente fanfic, «Capitol is not my home», a través de esa página.
Pincha en mi careto para ver mi página de perfil de Wattpad:


«Capitol is not my home» (El Capitolio no es mi hogar) trata sobre los septuagésimo séptimos Juegos del Hambre.

SPOILER DE SINSAJO

Muchos recordaréis que en el último libro, al finalizar la guerra, los vencedores (Katniss, Haymitch, Johanna, Annie, Enobaria, Beetee y Peeta) deciden organizar unos últimos Juegos del Hambre entre los niños del Capitolio, mencionando a una nieta del expresidente Snow como candidata segura para ir a esos Juegos.
Esta historia trata básicamente de esa nieta de Snow que es consciente de que tiene que ir a los Juegos. Ella siempre ha sido diferente de los demás niños: no se ha teñido la piel, no lleva pelucas ni tatuajes, tampoco ningún tipo de maquillaje.
Por fin veremos, a lo largo de los capítulos, cómo son los Juegos del Hambre desde el punto de vista de un niño del Capitolio.

FIN DEL SPOILER

Como habréis comprobado, no deberíais leer la futura novela sin haber leído Sinsajo.

Y dicho esto, nos vemos en el capítulo dos, que es el que estoy escribiendo ahora mismo.
Podéis ver el primero aquí, pulsando en la portada:



Y no olvidéis comentar para que sepa que me leéis y me de ánimos para continuar escribiendo, ¿vale?

Con mucho cariño,
Little Leviosa

So I'm a wallflower: Diario de los sueños #1


26 de septiembre del 2013
Querido lector:

Hoy he tenido un sueño muy bonito, y me ha parecido justo abrir una sub-sección llamada «diario de los sueños». Verás, soy una persona que sueña mucho y tiene sueños muy «enrevesados». Y cuando se los cuento a mis amigos del instituto conservatorio o a mis compañeros del instituto, se ríen mucho.
Así que he pensado que tú también te reirías. O sonreirías, si eres una persona que no suele reírse.


El caso es que, en mi sueño, fui con mi hermana al «Mercadona», para comprar algo que nos había dicho nuestra madre. Y cuando llegamos a la plaza que hay delante del supermercado... bueno, sentados en los bancos, estaban los Jonas Brothers. ¿Sabes quiénes son? Un grupo de música que... pues eso, allí estaban, y yo me acerqué a ellos y les pregunté si me podían hacer una foto conmigo; mi hermana ya tenía la cámara preparada y tal, pero me dijeron que no. Que no, porque luego la publicaba por ahí y sus fans sabrían donde estaban y vendrían a acosarles. Les dije que nunca haría eso, pero me ignoraron.
Así que me fui muy triste a casa (no me preguntes dónde dejé a mi hermana porque no lo sé), y después fui al teatro.
No tengo ni idea de por qué fui al teatro, sólo que estaba vacío. Menos el escenario. En el escenario había un taburete de madera y encima de ese taburete estaba sentada, leyendo una revista, la persona que más quiero en este mundo. Creo que te bastará con mirar la imagen de portada de este blog para saber quién era.
El caso es que me acerqué corriendo a Logan Lerman y le pregunté si él tampoco quería que me hiciese una foto con él, igual que los Jonas Brothers.
No sé lo que me contestó, sólo que me sentó sobre su rodilla y me enseñó la revista que estaba viendo. Había muchas fotos suyas, muchas, y creo que hablaban mal de él o algo, porque me puse a llorar. O tal vez lloré porque una parte de mí sabía que todo era un sueño.
Él me dijo que parase de llorar y yo le hice caso. Después me preguntó si quería ir con él a su casa en la montaña; adivina qué contesté.

Así que fuimos a su casa en la montaña, que estaba justo en la cumbre. A los lados había un precioso bosque de coníferas y una pista de esquí, y Logan me dijo que si me apetecía echar una carrera de trineos; yo le dije que sí, porque era una carrera de trineo y también porque la carrera era con él.
Entonces apareció una chica muy guapa por la puerta y yo me puse triste y le pregunté a Logan si era su novia. Él me dijo que era su prima y entonces me puse contenta otra vez.
Los tres nos fuimos al bosque y cogimos los trineos. Les pregunté que si no sería más seguro ir por la pista de esquí, porque había menos árboles, pero dijeron que no pasaba nada. Así que cogí impulso y me tiré cuesta abajo.
Iba a toda velocidad; Logan iba delante mía y me miraba para comprobar que estaba bien. Yo estaba feliz, pero de repente me di cuenta de que estaba a punto de chocarme contra un árbol. Logan se percató, e hizo una cosa muy rara: levantó el brazo y el árbol levantó la rama con la que estaba a punto de estrellarme. Yo le di las gracias aunque no sabía lo que había pasado, y él se paró y me dio un abrazo.
Y ya está, después me desperté. 

Espero de corazón que hayas sonreído, en serio.
Nos vemos en el próximo diario...

Con mucho cariño,
Little Leviosa

¿Sabes? Me abrazó.
 

miércoles, 23 de octubre de 2013

Nueva sección: So I'm a wallflower


Eres un marginado. Ves cosas. Te las callas. Y las entiendes”.

He decidido seguir el ejemplo de Charlie y escribir un diario, claro que con mi toque personal.
Quiero hablar no sólo de mí, sino de esa gente que es como yo. Esa gente que siempre lleva el mismo peinado al colegio, a la que no le gusta nadie porque sabe que la perfección sólo existe en los libros.
Sí, esa chica rara que lee por placer, que no se preocupa por su manera de vestir, que siempre está mirando por la ventana en clase, imaginando cómo continuará esa historia que está leyendo y que tanto le está gustando.

Y por eso abro esta nueva sección. “So I'm a wallflower”. Espero que os guste, y que os identifiquéis.

Con mucho cariño, Little Leviosa


martes, 22 de octubre de 2013

La Magia de ser Potterhead: Capítulo siete

Alina, despierta... Vamos, arriba.
La dulce voz de Lucas me llega en forma de susurro lejano y me despierta de un sueño en el que intentaba hacer un patronus.
Abro los ojos y ahí está: perfecto, como siempre, sentado en el borde de mi cama con dosel. Me da un beso en la frente.
—¿Qué hora es?—le pregunto.
—Las siete de la mañana.
—¿Estás loco? Tengo sueño, déjame dormir...
Intento darme la vuelta, pero Lucas me agarra por el brazo.
—Tenemos que prepararlo todo.
—¿Para qué?
Me sonríe.
—Nos vamos de picnic.
De picnic...—susurro, aún medio dormida—genial, ahora me levant...—mi voz se convierte en un bostezo y Lucas sopla hacia mi boca abierta y se ríe.
Yo también estallo en carcajadas.
—¿Qué haces?—digo muerta de risa.
—No me hagas hacerte un aguamenti en la cara, Alina.
Eso hace que me incorpore como si fuera un resorte.
—Así me gusta, te espero abajo.
Y sale del dormitorio. Yo me visto a toda prisa, deseosa de un día en las afueras del castillo con mi persona preferida de este mundo.
Cuando bajo a la sala común de Gryffindor, Lucas está preparando la cesta de picnic. Cuando me ve, la cierra con un leve movimiento de su varita.
—Ya está todo listo—me dice.
—¿Sabes? Podrías haberme dejado que durmiese mientras preparabas esto.
—Eres la persona más dormilona que he conocido en mi vida.
—Pero me quieres.
Te quiero.
Esa frase me pilla desprevenida. Se supone que tendría que responderle algo como "yo también te quiero", pero me he puesto nerviosa y me limito a sonreír. Él parece un poco decepcionado durante un segundo, pero en seguida vuelve a ser el mismo y se acerca a mí para darme la mano.
—Vámonos.
—¿Adónde vamos, Lucas?
—Ya lo verás—me guiña un ojo.
Cuál es mi sorpresa cuando veo su escoba esperándonos en la puerta del castillo. Antes de que me de tiempo siquiera a abrir la boca de sorpresa, ya estoy acomodada en la escoba y fuertemente agarrada a la cintura de Lucas.
—¿Estás lista para volar?
—¡Claro!
Me asío a su espalda como si me fuese la vida en ello, y apoyo mi cabeza en ella para aspirar su aroma. Pronto noto cómo mi pelo ondea al viento y, cuando miro al suelo, observo cómo el castillo se hace cada vez más y más pequeño. Oigo un grito de júbilo y descubro que ha salido de mí.
—¡Esto es genial!
—¡Agárrate!—dice Lucas, concentrado en manejar la escoba.
Aterrizamos en una orilla del lago de Hogwarts. Los rayos de sol crean unos hermosos reflejos en las oscuras aguas.
—Guau...
—Precioso, ¿verdad?—me contesta sonriendo—¿Vienes a darte un baño?
—¿U-un baño?—debe de estar bromeando, en el lago hay muchas criaturas, buenas y malas.
—Sí, esta zona es poco profunda.
Bueno, tiene razón, nuestra orilla es casi como una piscina natural. Sólo hay un problema.
—No he traído bañad...—antes de que pueda terminar la frase, Lucas saca mi bikini de la cesta de picnic—Vaya. Has pensado en todo.
Él asiente con la cabeza.
Nada va a estropearnos este día, Alina.

Así que se quita la camiseta y yo observo su abdomen atlético justo antes de que se sumerja de una zambullida. Lo veo alejarse buceando, y aprovecho para ponerme el bikini.
Lucas emerge y respira profundamente.
—¿Vienes?
—Claro.
Me alejo caminando en dirección contraria al lago ante la mirada extrañada de Lucas.
—Eh, ¿adónde...?
—¡Booooomba!
Me doy media vuelta, cojo carrerilla y salto, abrazando mis rodillas cuando estoy en el aire, dando forma a una zambullida perfecta.
Antes de subir a la superficie, me quedo bajo el agua unos veinte segundos: hay tanta paz, tanto silencio... ojalá tuviese branquias para permanecer aquí siempre.
Me estremezco de terror cuando noto unas manos que me agarran por detrás.
Pero sólo es Lucas, que al ver que tardaba se ha sumergido y me ha dado un abrazo. Me doy la vuelta, le rodeo el cuello con mis brazos y me apoyo en su pecho. Él me sujeta la cintura y salimos a la superficie, juntos.
Aspiramos el aire fresco profundamente, aliviados al llenar de oxígeno nuestros pulmones.
Miro hacia la orilla, que está a unos diez metros, y se me ocurre una idea.
—¡Te echo una carrera!
—Alguna tiene hoy ganas de perder—dice Lucas con una sonrisa traviesa.
Sólo que no ha contado con que llevo nadando desde los dos años ni con que antes de que termine la frase ya voy un metro por delante.
Un brazo, el otro, tres, cuatro, respiro. Cuando llego a la orilla él aún está muy atrás.
—¡Eres una tramposa!—me grita, aunque en seguida se ríe.
Excusas—contesto, jadeando por el esfuerzo.
—¿Tienes hambre?—me pregunta Lucas sonriente.
—Me comería un caballo—digo asintiendo con la cabeza.
—Bueno, espero que un sándwich de pollo te sirva.
—Más vale.
Así que me recuesto sobre una roca y observo cómo él echa el aceite sobre el pan. Está mojado y sigue en bañador. Contemplo su pelo rojo y húmedo, sus preciosos ojos, sus músculos, la gota de agua que cae por su barbilla cada cinco segundos. Hasta que se vuelve hacia mí y me dice como si fuese Haymitch Aberthany:
—Me vas a gastar de tanto mirarme, preciosa.
Miro hacia otro lado, enrojeciendo, y él sonríe.
—Vamos, era broma—sigo igual y suelta una carcajada—¿Quieres tu sándwich o me lo como yo?
—No, ¡es mío!
Me abalanzo sobre Lucas y le quito mi almuerzo de las manos. Lo pruebo: está delicioso.
—Mmmm... ¡riquísimo!
—¿Qué te esperabas? Lo he hecho yo.
—¡Creído!—le doy un suave puñetazo en el hombro. Él se lo tapa con una mano y finge que se cae hacia atrás, gimiendo de dolor.
Estallo en carcajadas.
—¿Es que quieres matarme?—dice él con cara triste.
—Oh vamos, te he dado flojito—contesto, aún entre risas.
Instintivamente, me inclino sobre Lucas hasta que sólo nos separan unos cinco centímetros y le miro con una sonrisa maliciosa.
—Y la próxima vez ten más cuidado conmigo—le susurro.
Él me mira a los ojos, y luego baja la mirada a mis labios.
Lo prometo—y sonríe enseñando sus dientes blancos.
—¿Sabes qué, Lucas?
—Dime.
—Te quiero.
Él vuelve a mirarme a los ojos, sorprendido, y me sujeta la cara con sus manos.
—Yo también te quiero, Alina.
Nos quedamos así, cerca el uno del otro, observándonos, comiéndonos con la mirada, durante minutos, hasta que me retiro.
—Déjame comer—digo, intentando parecer enfadada.
Lucas se ríe.
—Vale, te dejo tranquila—dice entre risas.
Aunque trato de fingir un auténtico entusiasmo por el sándwich, la verdad es que no puedo dejar de pensar en su rostro empapado.
En medio de mi intento de concentración, oigo una salpicadura a mi espalda. Es Lucas, que ha vuelto a zambullirse en el lago.
—¡Eh! ¡No me has avisado!—grito, y me termino el almuerzo a toda prisa.
Corro hasta la orilla y me tiro de cabeza.
—¡Uf!—suelto al salir a la superficie, porque aún estoy cansada y corro el riesgo de sufrir una indigestión—¿Lucaaaaaaas...?
Como no sale a la superficie me sumerjo y buceo, buscándolo. De repente, bajo el agua, oigo su voz a mi espalda y me sobresalto.

—¡Estoy aquí!
—Uau.
Lucas está respirando bajo el agua; ha creado, mediante magia, una burbuja de oxígeno que le cubre la cabeza, como el casco de un astronauta. Me doy cuenta de que no siento fatiga ni me estoy quedando sin aire por lo que también debo de tener ese «casco».
—¿No es genial?—me pregunta emocionado.
—Uh... ¿Eh?—¿qué ha dicho? Ni idea. Pero es que me encanta cómo ondea su pelo bajo el agua.
Y creo que se da cuenta de que lo estoy mirando embobada, porque se acerca a mí, apoya su frente en la mía y me susurra:
—¿Sabes? Eres preciosa.
—¿Lo dices en serio?
—Aquí abajo eres como una sirena—asiente.
Por los dioses del Olimpo.
—Te quiero, Lucas.
—¿Me quieres?
—Sí—cierro los ojos, deseando congelar este momento.
—Pues demuéstramelo.
—¿Cómo?
Lucas se acerca más a mí. A nuestros labios sólo los separan uno o dos centímetros, y yo siento la necesidad de reducir esa distancia.
No te vayas nunca de mi lado—me susurra.
Yo sonrío, aún pegada a él.
—Jamás.
—Genial.
—¿Sabes? Pensaba que ibas a pedirme que te besara.
—Si tú lo dices—su voz suena muy suave, como un cosquilleo. Entonces Lucas se acerca más, cerramos los ojos y nuestros labios se tocan.
Nuestras bocas se funden en un beso largo y dulce que no quiero terminar jamás.
Al cabo de un rato nos separamos en busca de aire y salimos a la superficie, donde nuestros «cascos» explotan.
Lucas y yo nos sentamos muy juntos en la orilla, dejando nuestras piernas en el agua hasta las rodillas.
—Ha sido mi primer beso, ¿sabes?
Debo de sonar avergonzada. La mayoría de las chicas de mi edad ya lo habían hecho antes. Él me mira y me sonríe.
También el mío.
Le miro sorprendida.
—¿En serio?
—Sí.
—Vaya, no me lo esperaba.
—¿Por qué?—pregunta curioso.
—No lo sé... supongo que... en fin, mírate.
Lucas me observa divertido.

Pasamos el resto de la tarde riéndonos, contándonos historias, y sí, besándonos, hasta que el Sol empieza a esconderse en el horizonte y decidimos que es hora de volver.
Ya en el castillo ordenamos nuestras cosas y nos acurrucamos juntos en el dormitorio.
Justo antes de dormirme, Lucas me dice:
Hoy ha sido el mejor día de mi vida.
Y yo le respondo:
—Te quiero.
Apoyo la cabeza en su pecho y mi mano derecha en su abdomen, con nuestros dedos entrelazados y su otro brazo rodeándome, me quedo feliz y profundamente dormida, ansiosa por pasar junto a este chico el resto de mi vida.

jueves, 10 de octubre de 2013

La Magia de ser Potterhead: Capítulo Seis

Los primeros tres meses en Hogwarts pasaron más rápido de lo que me hubiese gustado.
Asistí a las clases (hasta logré que me dejasen montar en hipogrifo en Cuidado de Criaturas Mágicas: el mejor momento de mi vida, sin duda), hice los deberes (sí, me mandaban deberes; aunque sólo eran trabajos teóricos, claro), vi los primeros partidos de la liga de Quidditch (Slytherin iba ganando la temporada) y, en general, hice de todo.
Excepto ver a Lucas.
Desde aquel atardecer en la colina, no había vuelto a verle. Según me había explicado Erika, era muy estudioso y se encerraba en la biblioteca. Pero yo no podía evitar pensar que había otras personas con las que prefería pasar el rato. Y eso me impidió disfrutar de todo lo demás.

El caso es, que se aproximaba la Navidad. Y con ella, las vacaciones.
Casi todos los alumnos regresaban a sus casas para pasar la Nochebuena con su familia, incluidos Erika, Lucas y Tiffany (es el nombre de la nieta de Neville). Yo no podía regresar con mis padres, porque de ser así ni me creerían, ni me dejarían volver a Hogwarts.

El día de comienzo de las vacaciones bajo a la sala común de Ravenclaw, para despedirme de Erika. Ella baja a los pocos minutos, con un baúl y la jaula con su lechuza dentro.
—Hey—me dice.
—Buenos días.
—Entonces, ¿te quedas?
—Claro. No puedo arriesgarme.
—Entiendo.
Nos quedamos mirándonos un rato. Mi primera amiga de Hogwarts; aunque sólo fuesen dos semanas, sabía que iba a echarla mucho de menos.
Erika suelta su baúl y me abraza.
—Hasta pronto—susurra.
—Hasta pronto.
Me sonríe, y la veo desaparecer por los pasillos.

"¿Qué hago ahora?", me pregunto a mí misma. Tengo dos semanas en las que voy a estar sola. Podría ir a la biblioteca a leer, o pasar el día en el jardín, o quedarme en mi habitación.
Me decido por la primera opción.

Nunca había estado en la biblioteca: especialmente porque temía molestar a los magos y brujas, me sentía como una intrusa. Erika siempre me había dejado los libros que necesitaba para mis trabajos.
Paseo entre las inmensas estanterías, pensando que tengo libros de sobra para no aburrirme en las vacaciones. No hay nadie, todo está vacío.

No, me equivocaba; está ahí, al fondo, sentado en un sillón y leyendo lo que parece ser un libro de pociones.
—¿Qué haces tú aquí?—Le pregunto mientras me acerco. Parece como si estos tres meses hubiese crecido. Está mucho más guapo. Hace tanto que no le veía...
Alina—me dice simplemente, interrumpiendo su lectura—le he dicho a mis padres que no volvería a casa en Navidad. Erika me dijo en clase que te quedabas, y bueno...
Lucas se levanta del sillón, deja el libro en la estantería y se acerca a mí. Me coge de las manos y me dice, sonriendo:
—Tenemos dos semanas para recuperar el tiempo perdido. 

Intenta darme un abrazo, pero me resisto.
—¿Qué te pasa?—dice preocupado.
—¿Con quién has estado?
—¿Qué? No sé a qué te refieres.
—¡¿Con quién has estado?!—repito gritando mientras mis ojos se ponen vidriosos. 
—Alina, yo... Si no he podido estar contigo ha sido porque estaba preparándome para los exám...
—¡Mentiroso! ¡Erika es de Ravenclaw, debería estar estudiando más tiempo que tú, y aun así siempre encontraba tiempo para estar conmigo! 
—No lo entiendes...
—Sí lo entiendo. No me des más explicaciones.
Y me alejo entre las estanterías.


Cuando llego a la puerta de la sala común de Ravenclaw, caigo en un pequeño detalle con el que no había contado: no tengo ni idea de cómo resolver el acertijo que plantean a la entrada.
¿Dónde voy a dormir? Sólo hay una respuesta: Gryffindor.
Cuando acompañé a Lucas a repasar a la sala común, me aprendí la contraseña. Así que me dirijo hasta allí.
—Gragea de queso—por qué será que consigo no reírme.

Entro en la sala y cuál es mi sorpresa al encontrarme un cuadro de grandes dimensiones (mi altura, más o menos). Pero no sólo mi altura.
En el cuadro aparezco yo.
Tumbada en la colina de más allá del campo de Quidditch, con mi pelo oscuro ondeando al viento. Un cuadro que ha debido de costar mucho trabajo.
Aunque tengo una ligera idea de quién ha sido la persona que ha empleado todo su tiempo libre estos tres meses para pintarlo.
Detrás mía, oigo su voz.
—Felices Navidades adelantadas. 

Me doy la vuelta.
—Lucas Potter, ¿esta es la razón por la que no te he visto este trimestre?
—Así es. ¿Te gusta?
Corro hacia él y le doy un abrazo con tanta fuerza que cae al suelo conmigo encima.
—Es el mejor regalo que me han hecho en mi vida—le digo, mirándole a los ojos.
—¿No estás enfadada?
—Sería imposible estarlo—me sonríe, y yo me quito de encima suya. Me coge de la mano y me guía hasta el sofá en el que me quedé dormida mi primera mañana en Hogwarts. Sin preguntarle antes, me siento en su regazo y él me abraza.

—Siento haberte abandonado de esa manera, Alina.
—Yo siento no haberte escuchado, Lucas.
—Ahora no tengo regalo de Navidad para ti.
Mis siguientes palabras se pronuncian sin mi permiso.
—Que estés aquí es suficiente. Haberte conocido vale más que todos los regalos del mundo.
El me sonríe pícaramente.
—Vaya, con lo que me ha costado pintar ese cuadro...
—Anda ya. Es perfecto.
—No tanto como la persona que aparece en él.
—No tanto como la persona que lo ha pintado.
—Mentirosa.
—Para nada.
Lucas empieza a hacerme cosquillas y yo me retuerzo entre sus brazos, muerta de risa. 
—¡Para!—grito entre carcajadas.
Llega un momento en el que no puedo ni respirar, y es entonces cuando me suelta.
—Gracias por quedarte en Hogwarts—le digo.
—Quería hacerlo. 
—Tengo sueño...
—Ven.

Pero no me levanto, sino que Lucas me coge en brazos como si fuese una princesa y me conduce al dormitorio de los chicos. Claro, él no puede entrar en el dormitorio de las chicas.
Me posa delicadamente sobre una cama con dosel y me da un beso de despedida en la frente, pero cuando se dispone a irse me aferro a su cuello y le susurro: 
—Quédate conmigo.
Una sóla palabra sale de sus labios. Una palabra que ya había leído antes.
Siempre.