jueves, 10 de octubre de 2013

La Magia de ser Potterhead: Capítulo Seis

Los primeros tres meses en Hogwarts pasaron más rápido de lo que me hubiese gustado.
Asistí a las clases (hasta logré que me dejasen montar en hipogrifo en Cuidado de Criaturas Mágicas: el mejor momento de mi vida, sin duda), hice los deberes (sí, me mandaban deberes; aunque sólo eran trabajos teóricos, claro), vi los primeros partidos de la liga de Quidditch (Slytherin iba ganando la temporada) y, en general, hice de todo.
Excepto ver a Lucas.
Desde aquel atardecer en la colina, no había vuelto a verle. Según me había explicado Erika, era muy estudioso y se encerraba en la biblioteca. Pero yo no podía evitar pensar que había otras personas con las que prefería pasar el rato. Y eso me impidió disfrutar de todo lo demás.

El caso es, que se aproximaba la Navidad. Y con ella, las vacaciones.
Casi todos los alumnos regresaban a sus casas para pasar la Nochebuena con su familia, incluidos Erika, Lucas y Tiffany (es el nombre de la nieta de Neville). Yo no podía regresar con mis padres, porque de ser así ni me creerían, ni me dejarían volver a Hogwarts.

El día de comienzo de las vacaciones bajo a la sala común de Ravenclaw, para despedirme de Erika. Ella baja a los pocos minutos, con un baúl y la jaula con su lechuza dentro.
—Hey—me dice.
—Buenos días.
—Entonces, ¿te quedas?
—Claro. No puedo arriesgarme.
—Entiendo.
Nos quedamos mirándonos un rato. Mi primera amiga de Hogwarts; aunque sólo fuesen dos semanas, sabía que iba a echarla mucho de menos.
Erika suelta su baúl y me abraza.
—Hasta pronto—susurra.
—Hasta pronto.
Me sonríe, y la veo desaparecer por los pasillos.

"¿Qué hago ahora?", me pregunto a mí misma. Tengo dos semanas en las que voy a estar sola. Podría ir a la biblioteca a leer, o pasar el día en el jardín, o quedarme en mi habitación.
Me decido por la primera opción.

Nunca había estado en la biblioteca: especialmente porque temía molestar a los magos y brujas, me sentía como una intrusa. Erika siempre me había dejado los libros que necesitaba para mis trabajos.
Paseo entre las inmensas estanterías, pensando que tengo libros de sobra para no aburrirme en las vacaciones. No hay nadie, todo está vacío.

No, me equivocaba; está ahí, al fondo, sentado en un sillón y leyendo lo que parece ser un libro de pociones.
—¿Qué haces tú aquí?—Le pregunto mientras me acerco. Parece como si estos tres meses hubiese crecido. Está mucho más guapo. Hace tanto que no le veía...
Alina—me dice simplemente, interrumpiendo su lectura—le he dicho a mis padres que no volvería a casa en Navidad. Erika me dijo en clase que te quedabas, y bueno...
Lucas se levanta del sillón, deja el libro en la estantería y se acerca a mí. Me coge de las manos y me dice, sonriendo:
—Tenemos dos semanas para recuperar el tiempo perdido. 

Intenta darme un abrazo, pero me resisto.
—¿Qué te pasa?—dice preocupado.
—¿Con quién has estado?
—¿Qué? No sé a qué te refieres.
—¡¿Con quién has estado?!—repito gritando mientras mis ojos se ponen vidriosos. 
—Alina, yo... Si no he podido estar contigo ha sido porque estaba preparándome para los exám...
—¡Mentiroso! ¡Erika es de Ravenclaw, debería estar estudiando más tiempo que tú, y aun así siempre encontraba tiempo para estar conmigo! 
—No lo entiendes...
—Sí lo entiendo. No me des más explicaciones.
Y me alejo entre las estanterías.


Cuando llego a la puerta de la sala común de Ravenclaw, caigo en un pequeño detalle con el que no había contado: no tengo ni idea de cómo resolver el acertijo que plantean a la entrada.
¿Dónde voy a dormir? Sólo hay una respuesta: Gryffindor.
Cuando acompañé a Lucas a repasar a la sala común, me aprendí la contraseña. Así que me dirijo hasta allí.
—Gragea de queso—por qué será que consigo no reírme.

Entro en la sala y cuál es mi sorpresa al encontrarme un cuadro de grandes dimensiones (mi altura, más o menos). Pero no sólo mi altura.
En el cuadro aparezco yo.
Tumbada en la colina de más allá del campo de Quidditch, con mi pelo oscuro ondeando al viento. Un cuadro que ha debido de costar mucho trabajo.
Aunque tengo una ligera idea de quién ha sido la persona que ha empleado todo su tiempo libre estos tres meses para pintarlo.
Detrás mía, oigo su voz.
—Felices Navidades adelantadas. 

Me doy la vuelta.
—Lucas Potter, ¿esta es la razón por la que no te he visto este trimestre?
—Así es. ¿Te gusta?
Corro hacia él y le doy un abrazo con tanta fuerza que cae al suelo conmigo encima.
—Es el mejor regalo que me han hecho en mi vida—le digo, mirándole a los ojos.
—¿No estás enfadada?
—Sería imposible estarlo—me sonríe, y yo me quito de encima suya. Me coge de la mano y me guía hasta el sofá en el que me quedé dormida mi primera mañana en Hogwarts. Sin preguntarle antes, me siento en su regazo y él me abraza.

—Siento haberte abandonado de esa manera, Alina.
—Yo siento no haberte escuchado, Lucas.
—Ahora no tengo regalo de Navidad para ti.
Mis siguientes palabras se pronuncian sin mi permiso.
—Que estés aquí es suficiente. Haberte conocido vale más que todos los regalos del mundo.
El me sonríe pícaramente.
—Vaya, con lo que me ha costado pintar ese cuadro...
—Anda ya. Es perfecto.
—No tanto como la persona que aparece en él.
—No tanto como la persona que lo ha pintado.
—Mentirosa.
—Para nada.
Lucas empieza a hacerme cosquillas y yo me retuerzo entre sus brazos, muerta de risa. 
—¡Para!—grito entre carcajadas.
Llega un momento en el que no puedo ni respirar, y es entonces cuando me suelta.
—Gracias por quedarte en Hogwarts—le digo.
—Quería hacerlo. 
—Tengo sueño...
—Ven.

Pero no me levanto, sino que Lucas me coge en brazos como si fuese una princesa y me conduce al dormitorio de los chicos. Claro, él no puede entrar en el dormitorio de las chicas.
Me posa delicadamente sobre una cama con dosel y me da un beso de despedida en la frente, pero cuando se dispone a irse me aferro a su cuello y le susurro: 
—Quédate conmigo.
Una sóla palabra sale de sus labios. Una palabra que ya había leído antes.
Siempre. 

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