domingo, 8 de septiembre de 2013

La Magia de ser Potterhead: Capítulo tres

Es aún más perfecto en la realidad.

El castillo de Hogwarts se alza ante mis ojos conforme el tren se aproxima.
—Alina, ponte esto.
Aparto la cabeza de la ventana del tren y miro a Erika. Está de pie y ha sacado lo que parece ser una túnica de repuesto de su baúl.
—Tienes suerte de que haya traído dos—me guiña un ojo.
Lucas, mirándome con curiosidad
desde su asiento mientras
les hablo de mi vida en España
Así que me visto e intento colocar bien la corbata azul y bronce.
—¿Ravenclaw?
—Como mi abuela—sonríe—Me pregunto en qué casa te pondrán a ti. Lucas, ¿vienes o te quedas?
—Espera... Mi corbata—termina el nudo de su corbata roja y dorada. Claro, es de Gryffindor, era de esperar—ya está, podemos irnos—me dedica una sonrisa muy dulce y no puedo evitar sonrojarme.

Cuando entramos en Hogwarts me pierdo en su inmensidad; apenas presto atención al discurso de una directora que no conozco, o a la Selección de los alumnos de primer curso. Me extraña que Erika no haya comentado nada a los profesores sobre mí; tal vez espere un momento más privado.
En el banquete me dedico simplemente a comer; me pierdo entre tantos platos, salados y dulces, y pruebo todas las bebidas hasta que noto que voy a explotar. Vaya, me siento como Katniss Everdeen en el banquete de su Gira de la Victoria.

Después del banquete sigo a Erika hasta la sala común, intentando no llamar mucho la atención. Nos despedimos de Lucas a mitad de camino.
Por fin, llegamos a la puerta.
—¿Qué ser nace con cuatro patas, más tarde tiene dos y al final de su vida tiene tres?
Erika no se lo piensa mucho.
El ser humano. Nace gateando, con cuatro patas. Más tarde se apoya sólo en las piernas y al final de su vida se apoya en una tercera, un bastón.
La puerta se abre de inmediato.
—Eres muy lista—le digo.
—Gracias—esperaba su sonrisa habitual, pero en vez de eso me agarra del brazo y me lleva a un rincón apartado de la sala común. No tengo tiempo ni de admirar su belleza.
Erika me empuja contra la pared y me coge por los hombros.

—Mientes. Tú no eres bruja. Sé que a España también llegan las cartas de Hogwarts. ¡Así que dime la verdad!
Me quedo muda. Esta chica es más lista de lo que pensaba.
No me queda más remedio que contarle la verdad.
—Soy muggle.
Erika abre mucho los ojos, pero en seguida recupera la serenidad.
—Vaya... ¿cómo has llegado hasta aquí?
—Me perdí en Londres, llegué a la estación de metro y seguí a un chico a través de la barrera.
—Ya... pero aún hay algo que no entiendo. ¿Cómo sabes tanto de nuestro mundo?
—Libros.
—¿Libros?
—Siete libros contando la vida de Harry Potter y todo lo que hay que saber sobre el mundo mágico. Millones de muggles en el mundo los conocen. Pero ninguno había descubierto lo que yo... Todos creen que es una fantasía, pero a los once años siempre tienen la esperanza de que les llegue su carta...—bajo la vista hacia el suelo—pero no les llega... y tienen... tienen la sensación de que... toda la magia en la que creían... en la que creen, se... se desvanece.
—Justo lo que te ocurrió a ti—noto compasión en su mirada, a la vez que sorpresa por saber que mucha gente conoce su mundo.
—Sí—suspiro—, justo lo que me ocurrió a mí.

Erika busca mi mirada, y cuando levanto la vista me mira fijamente a los ojos y me sonríe.
—Bueno, no podemos dejar que tu sueño se estropee. Ven, vamos a hablar con la directora Jepsen.
—En... ¿en serio no me vas a delatar?
—¡Claro que no!—me guiña un ojo, ya es la misma de siempre.
No puedo contenerme y le doy un abrazo. La pillo desprevenida... no, a esta chica es imposible pillarla desprevenida. Me da palmaditas en la espalda hasta que me separo y la sigo hasta la puerta.

Llegamos a la puerta del despacho de la directora y aprovechamos que vemos salir a un hombre maduro de pelo gris (supongo que un profesor) para entrar justo a tiempo.
—Directora...—dice Erika—tenemos que hablar con usted.
Levanto la vista del suave tapiz aterciopelado para distinguir a una anciana alta, escuálida y con gafas en forma de media luna que bien recuerdan a las del profesor Dumbledore, que en paz descanse.
—¿Sí, señorita Scamander?—su tono de voz es sereno, amable pero con un toque de severidad por haber entrado sin permiso.
—Verá... ¿ve a esta chica?
Esta vez, percibo alerta y curiosidad.
—Sí... ¿quién es? Es alta, nunca la había visto antes... ¿primer curso?
—Soy Alina Morales—me apresuro a decir—no soy de primer curso.
La directora Jepsen me mira por encima de sus gafas.
—¿Entonces...?
—Soy muggle.

2 comentarios:

  1. Niña, so malvada, más te vale escribir rapidito las cuarta parte -.-''
    Ya podias haber escrito más, ¿no?¿Solo un poquitito más?

    Está, bien, ya sé que por rogar en los comentarios no va a aparecer por arte de magia la cuarta parte. Pero ESPERO que te des prisita. No creo que pueda aguantar mucho más :P

    ¡Inspirate rápido y bien! <3<3<3

    ResponderEliminar